Cofradía

No se puede disociar ni entender la Cofradía del Vía-Crucis sin el ascendente de su templo matriz. Las raíces históricas de nuestra hermandad, profundas y multiseculares, germinaron el año 1459 cuando el franciscano mallorquín Fray Bartolomé Catany fundó el Convento de Jesús de Mahón, que a lo largo de los tiempos ejerció un intenso y benéfico influjo en la vida religiosa y cultural de la ciudad. El antiguo convento, cuyo hermoso claustro fue levantado hacia finales del siglo XVII, es hoy la sede del Museo de Menorca y se encuentra anejo a la iglesia parroquial de San Francisco.

Eran varias las asociaciones que existían en la iglesia conventual, destacando la llamada “hermandad” , o sea la Orden Tercera formada por fieles seglares que querían participar de la espiritualidad franciscana. Las prácticas devocionales más características de los religiosos de San Francisco han sido siempre las referidas a la Inmaculada Concepción de María, a la infancia del Salvador y a los dolorosos acontecimientos de su Pasión y Muerte. En concreto el Vía-Crucis es un ejercicio piadoso muy practicado por los franciscanos, que habían introducido este devoto recorrido en la Vía Dolorosa de Jerusalén, popularizándolo en donde quiera que se establecieran. Cuentan las crónicas cómo en Mahón, desde hace siglos, el Domingo de Ramos se celebraba la manifestación externa del Vía-Crucis por el entorno franciscano, en terrenos tan sugerentes como la Plaza del Monasterio o la Calle de los Frailes. En ciertas épocas, para darle un mayor efectismo, se recurrió a los elementos típicos del drama sacro medieval. Sabemos en efecto que se escenificaba el encuentro de Jesús con la Virgen María, y que un hombre llevando la cruz a cuestas representaba al Nazareno. El Obispo Pedro Antonio Juano que rigió la diócesis de 1802 a 1814 prohibió esta representación para evitar posibles irreverencias. Esta negativa duró poco tiempo, pero el año 1818 el nuevo ordinario de la diócesis D. Jaime Creus i Martí reiteró la prohibición, obligando a que se hiciera un paso y se tallara una figura del Nazareno para ser llevada “por cuatro hombres vestidos de hábito” y acompañado de dos sacerdotes con capa y bonete.

También fue práctica habitual la costumbre del canto de la “Sentencia de Poncio Pilatos” , al inicio de la primera estación del Vía-Crucis. Un sacerdote, con negro manto y bonete, se situaba en las gradas del presbiterio acompañado de un cofrade provisto de una trompeta, y adoptando el tono de Evangelio en canto llano iba recitando lentamente una sentencia condenatoria de Cristo que llegaba a los corazones del pueblo.

Otra celebración muy emotiva que se realizaba el Viernes Santo en San Francisco era el Desenclave. Una imagen de Cristo crucificado, con los brazos articulados, era bajada de la cruz y colocada en el sepulcro. Dos sacerdotes revestidos de alba y estola, representando a Nicodemo y José de Arimatea, desenclavaban la imagen entre invocaciones y cánticos. Después de este piadoso ejercicio tenía lugar el Santo Entierro por el interior del templo, aunque en ocasiones se salía a la plaza de San Francisco atendiendo al gran concurso del pueblo. Cuentan las crónicas que en tiempos de los antiguos gremios, los hortelanos portaban el Santo Sepulcro y los payeses a la Verónica.

La injusta orden de exclaustración de los frailes, por la Ley de Desamortización de Mendizábal dictada por el gobierno en 1835, representó un duro golpe, no solo para los numerosos religiosos que habitaban el convento y que tan solo diez años antes habían llegado a la cifra de cuarenta y cinco, sino también para toda la ciudad de Mahón, que sentía una gran estima por su “Monasterio de Jesús” . Pero los frailes fueron acogidos en casas de familiares y amigos y continuaron celebrando el culto en la iglesia conventual. Así estos religiosos siguieron cultivando la vida espiritual de sus vecinos y preparando a la feligresía con la que se creó la Parroquia de San Francisco, instituida por el Obispo D. Manuel Mercader en 1877.

Otro precedente histórico de relieve se produjo el año 1900 con la implantación en nuestro templo de la Asociación del Vía-Crucis Perpetuo. El 27 de Junio el Ecónomo D. Ambrosio Carabó se dirigía al Obispo solicitando poder erigir la asociación nombrada, al rebujo de los estatutos establecidos por la Orden de Menores de San Francisco y cuyo capítulo primero dice: “ El fin general de la asociación es meditar con frecuencia la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y alcanzar para nosotros y para nuestros prójimos su copioso fruto”. El obispo D. Salvador Castellote firmó la conformidad tan sólo tres días después.

No puede caber duda por tanto que los antecedentes de la cofradía del Vía-Crucis se pierden en la noche de los tiempos, con casi quinientos cincuenta años de historia y actividad franciscana en Mahón a sus espaldas.

SU FUNDACION COMO COFRADIA

Era a media mañana del domingo 8 de marzo de 1942 cuando un grupo reducido de personas se reunían en la sacristía de la iglesia de San Francisco de Asís de Mahón, para tratar de la constitución de una nueva cofradía. Fue tal el empeño de dicho grupo, encabezados por el seglar don Santiago Tutzó y el párroco del templo franciscano don Juan Gutiérrez, que en el tiempo récord de tres semanas consiguieron que la Cofradía del Vía Crucis saliera por primera vez en procesión el Domingo de Ramos, día 29 del mismo mes, tras obtener el beneplácito del Obispo don Bartolomé Pascual i Marroig .

En esta primera manifestación pública por las calles de Mahón la cofradía ya lució la vestimenta que la caracteriza, formada por túnica blanca, y capucha y cordón franciscano verdes, con la cruz roja del Sepulcro de Jerusalén en la bocamanga izquierda; en el frontal de la caperuza una cruz latina blanca con los estigmas de la pasión. La cofradía sale portando el paso de Jesús Nazareno que es desde los inicios el patrón y emblema de la hermandad, cuya festividad se celebra el primer viernes de marzo.

La riqueza descriptiva del acta número uno, de la reunión fundacional, nos detalla que ya estaba en ejecución el paso del Santo Sepulcro y adquiridas en firme las imágenes de Cristo yacente y del Nazareno, estableciéndose una cuota de ingreso de cien pesetas que podía ser pagada a plazos. Se ofreció la presidencia de la cofradía al Sr. Párroco, pero éste manifestó que tal cargo debía recaer en un seglar, siendo más propia del sacerdote la labor de consiliario. Y así se reflejó en los estatutos, que consagran la cofradía del Vía Crucis como una asociación de laicos cristianos, cuya primordial finalidad es la de contribuir a la activa participación de los fieles en las celebraciones litúrgicas y actos de devoción popular de la Semana Santa y Pascua en la parroquia de San Francisco de Asís. Los estatutos fueron definitivamente aprobados por el obispo el 4 de mayo del mismo año.

La primera Junta directiva quedó formada del siguiente modo: presidente don Santiago Tutzó García de la Parra, vicepresidente don Juan Seguí Carreras, síndico don José María Natta Ponsetí, secretario don Francisco Fradera Tutzó, vicesecretario don Ramón Cendán, tesorero don Juan Olives Cardona, vicetesorero don Antonio Sintes Obrador, contador don José Orfila Mercadal, vocales don Andrés Casasnovas, don Francisco Seguí Poly, don Juan Huguet, don Bernardo Hernández, don Lorenzo Olives Gornés, don Jaime Gómez Fantova y don Gabriel Anglada Anglada. El primer consiliario fue don Juan Gutiérrez Pons, por su condición de párroco de San Francisco.

Del primer presidente e impulsor de la Cofradía cabe decir que era persona muy relacionada en los ámbitos empresariales y socio-religiosos de la ciudad, y especialmente comprometido con las manifestaciones de piedad popular. Hermano, sobrino, tío, y ahora abuelo, de sacerdotes, había sido secretario de la Confraternidad de Centuriones y figura en las listas de contribuyentes a la erección del paso de la cofradía del Santo Sepulcro de Mahón. Del primer consiliario, persona también clave en la fundación, hay que resaltar su profunda vivencia cristiana y sacerdotal; licenciado civil en Filosofía y Letras alternó el rectorado de San Francisco con la dirección del Instituto de Enseñanzas Medias, y los cargos de cronista y archivero de la ciudad.

Y recién finalizada la Semana Santa de 1942 se empezó a organizar la sección de mujeres de la cofradía, de la que ya se había tratado con el Sr. Obispo, formándose en el mes de mayo la primera directiva del siguiente modo: presidenta doña María Lorenza de Albertí vda. de Osuna, vicepresidenta doña Juana Riudavets Amengual, secretaria doña Margarita Hernández Mora, vicesecretaria doña Marina Pascuchi, depositaria doña Mercedes Rodríguez, vicedepositaria doña Catalina Marqués Sintes, y celadoras doña Antonia Tutzó Grafulla, doña Pilar Robles Torres, doña Catalina Triay Pons, doña Catalina Muñoz Riera, doña Ana Llufríu Juaneda, doña Margarita Andreu Gomila, doña María Seguí de Morro, doña Juana Mir Gomila, doña Prosperita Buenaventura Anglada, doña Dulce Gorrías Coll y doña Dulce Hernández Perelló. Se destaca que un año después la sección estaba compuesta por ciento sesenta asociadas, cifra notable y muy superior a los varones que eran cincuenta y cuatro, manifestando las crónicas que su actuación ha sido muy positiva y ejemplar a lo largo de los años, incluso colaborando en muchas actividades de la parroquia de San Francisco.